La gracia del barbero es sacar la patilla de donde no hay pelo.
Desconfía de barbero viejo y cirujano joven.
El buen cirujano corta por lo sano.
Hacen falta 3 meses para aprender a hacer una operación, 3 años para saber cuándo hacerla y 30 años para saber cuándo no hacerla.
De la sabiduría popular y personal.
Las barberías, peluquerías y salones de belleza tienen mucho de confesionario, de patio de vecinos, de sala de espera de médico, vamos, de lugar de tertulia. En ellas se tienen variadas conversaciones procedentes de profesionales muy diversos, al punto que hay quien las ha incluido entre las universidades populares. Un buen barbero sabe hablar de todo tipo de conversaciones y temas donde puede dar desarrollo a su psicología innata o adquirida en su local. Especial cuidado debe tener, convirtiéndose en moderador que no toma partido, cuando surgen temas de política, religión o futbol; en este último caso sabio será si se muestra seguidor de la selección nacional, sin ocurrírsele confesar su equipo particular. La barbería es muy distinta con un solo cliente a con muchos esperando, oyendo y opinando. En el primer caso tiene mucho de sala de psicoanalista y en el segundo de cenáculo. Lástima de que, con las citas previas, tan desarrolladas desde la pandemia, el grupo de espera, cuando lo hay, sea cada vez más reducido.
Parece ser que el origen de los barberos se remonta a la edad del bronce, es decir, hace más de 3.500 años. Luego, los faraones egipcios y las altas jerarquías de esta civilización acostumbraban a afeitarse el cuerpo, para lo que mejoraron el material y el método, quedándonos el nombre de Meryma’at como el del primer barbero que pasó a la historia.
En la Grecia clásica se aprovechaban las reuniones filosóficas y políticas para arreglarse el cabello y la barba. En la Roma antigua se recoge que un tal Ticinius fue el precursor de los barberos. Entonces se les llamaba “tonsores” y a las barberías tonstrinae”. De ahí deriva el término “tonsura” que es el corte de pelo circular con eje en la coronilla, que la Iglesia Católica practica desde la Edad Media a los clérigos para significar que están entregados a la misma. Fue abandonada por orden papal muy recientemente, en 1972.
En la Edad Media se centra en los monjes y sus monasterios el saber y hacer al respecto, hasta que el Papa Alejandro III les prohibió a los clérigos, en 1163 las operaciones quirúrgicas, que pasaron a los barberos por su disponibilidad y habituación al material cortante, naciendo así los barberos-cirujanos que practicaban extracciones dentarias, sangrías, reducciones de fracturas, curas de heridas y amputaciones. Esta dualidad barbero/cirujano duró hasta los albores del Renacimiento.
A mitad del siglo XV el Parlamento Británico separó las funciones del barbero de las del cirujano. Por esos tiempos surgieron los postes giratorios de cirujanos con los que se anunciaban, siendo las cintas blancas y rojas las correspondientes a vendas limpias y a vendas manchadas de sangre, a los que daba vueltas el viento. Los barberos le añadieron a su poste el color azul, como distinción de los anteriores y recuerdo de sus primitivas funciones, aunque no está del todo claro la incorporación de la banda azul, pero es así como llegamos al actual poste tricolor iluminado de barbero.
Tras la separación de los barberos, los cirujanos comenzaron a desarrollarse profesional y académicamente a partir del Renacimiento. Paracelso, médico, cirujano y astrónomo, comenzó a dignificar la cirugía ejerciéndola en su época, los siglos XV y XVI, y rechazando así que fuera una actividad relegada a barberos que no debían ejercer los médicos. Andrea Vesalio es otro autor de referencia de esa época, sobre todo como anatómico; entonces aún andaban muy mezcladas las cátedras de Anatomía y Cirugía, dada la interacción entre ambas disciplinas. Así tenemos a Andrés Laguna, catedrático de anatomía de Madrid y cirujano de Carlos V.
A partir de ahí las disposiciones Reales las van separando, sobre todo por las necesidades militares: Las grandes armadas imperiales (británica y española) demandaban para sus travesías cirujanos expertos y las guerras en tierra hacían otro tanto. Felipe II dispone en 1594 que se dote a la Universidad de Alcalá de Henares de una cátedra de Cirugía y que las Armadas dispongan de médico y de cirujano.
En el siglo XVII se fundan las Academias de Medicina y Cirugía, siendo la primera la de Sevilla que lo hace en 1697. En esa época Sevilla viene siendo prácticamente la capital del mundo, como puerto que envía y recibe naves y mercancías de y para todo ese Imperio en el que no se ponía el sol.
A continuación, en el s. XVIII surge el Cuerpo de Cirujanos de la Armada, de manos de Juan Lacomba, en 1728. Y se crean los Colegios de Cirujanos, siendo el primero el de Cádiz, pues es ahora el de mayor tráfico con el Imperio de Ultramar. Y es el catalán de Reus, Pedro Virgili, el que lo hace realidad en 1748. A continuación, se crea el de Barcelona en 1762, a donde se traslada un Pedro Virgili a punto de jubilarse, al que ayudan Pero Perchet, cirujano del Rey y el joven Antonio Gimbernat. Luego se crea el Colegio de Cirujanos de Madrid en 1779 de la mano del catedrático catalán Pedro Castelló y Ginesta quien consigue la construcción del edificio de San Carlos en Atocha, que luego es Facultad de Medicina hasta la creación de la Ciudad Universitaria, y ahora Museo Reina Sofía.
El Profesor Castelló fue también el inductor del Cuerpo de Sanidad Militar, de la Corporación de Balnearios y sobre todo de la unificación de los estudios de medicina y cirugía, en 1827 en tiempos de Fernando VII, quizás lo único bueno que firmó este lamentable rey.
A continuación, la formación de cirujanos en especial y de los médicos en general la pueden consultar en la cita documental no 5 de la que les extraigo estos párrafos:
…Esta forma de aprendizaje se inició EE. UU. En el Hospital Johns Hopkins (Baltimore) a finales del siglo XIX y se incorporó en España en la década de los años 60 del siglo XX a través de un grupo de médicos españoles, que tras especializarse en EE. UU. impulsaron una formación reglada en determinados hospitales. Estos hospitales, constituidos enel «seminario de hospitales», surgieron como punta de lanza del hospital moderno (servicios jerarquizados, servicios de diagnóstico centrales, archivo de historias clínicas, biblioteca, etc.). El Hospital General de Asturias (Oviedo) en 1963 (hoy cerrado y trasladado al nuevo Hospital Universitario Central de Asturias) y la primitiva Clínica Puerta de Hierro (Madrid) en 1964 fueron los primeros hospitales en iniciar el sistema MIR en España…
Pero volvamos a donde empezamos. La formación moderna de los barberos podríamos decir que también nace en Estados Unidos, y concretamente en el Chicago de 1924: La Associated Master Barbers of America (AMBA) le da el impulso necesario a la profesión para hacer de la primera mitad del siglo XX su época dorada. Los aspirantes a barberos aprendían a usar las pinzas, los peines y cepillos, la tijera la navaja, las maquinillas de pelar y afeitar, el bigudí, el secador y la paletina (brocha) para el tinte; también se instruían en alisar el pelo, realzarlo o rebajarlo, rizarlo, cardarlo, moldearlo, enrularlo; aprendían también depilar, a hacer la manicura, a crear mechas y a sacar brillos y reflejos…
Así, las barberías se convirtieron en locales de enseñanza de la profesión y en lugares de ocio. En la actualidad, es una profesión en auge que va mucho más allá del cuidado del pelo y de la barba, ocupándose de la estética y el bienestar masculinos de forma amplia: tratamientos de belleza, estilismo, servicios de spa, etc. Por su parte, la incorporación de la tecnología ha revolucionado las posibilidades de esta profesión con raíces tan antiguas.
Dr. Juan De Punto
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